Al leer las noticias; estos últimos días, en los que se siguen suspendiendo los " grandes proyecto " de Guadalajara, sin pensarlo recordé un texto de Lillian Llamas Acosta, con el que participa la revista G ARQUITECTURAS , que próximamente publicará G84 ARQUITECTOS A. C.. Por lo que aquí le presento un parte del mismo, a ver si a ustedes también les refiere la misma relación.
Arquitectura ensoñada o Ciudad In… ¿Probable?
En estos días la imagen de nuestra ciudad se revoluciona. Las nuevas construcciones no se erigen de ladrillos, ni de acero, ni de cristal. Son edificaciones de papel y tinta, de palabras discursivas y de promesas fantásticas. El futuro arquitectónico de la ciudad se dibuja y desdibuja periódicamente, y sus posibilidades infinitas -a veces colosales, a veces abismáticas- proponen, cuestionan, pugnan, engañan y seducen. La lista de arquitectura de papel es altamente volátil: los Arcos del Tercer Milenio, Torrena, Puerta Guadalajara, Centro JVC, la Villa Panamericana, el Centro Cultural Universitario, el Museo Guggenheim…
Con la tardía apertura de este siglo, se dibujó en primer lugar una nueva puerta a la ciudad, una arcada milenaria con tinta del color del sol. A la puerta le faltaron clavos para que se levantase majestuosa, a los ciudadanos nos dejaron sin un clavo y con la pueril esperanza de que dos arcos más nos abran a una destacada fase del arte urbano.
La historia de trazados efímeros en la urbe continuó con una mediocre torre de babel que no aspiraba tanto a tocar a Dios como a un puñado de electores. En la torre hubo falta de comunicación: el financiamiento al parecer se acabó, la estructura dizque se replanteó, y la ciudad previsiblemente no ganó más que un monumental pozo. La pluma también aventura en propuestas nebulosas, la ciudad atestigua la proyección ya no de simples edificios, sino titánicos complejos multimodales. El complejo de acceso no promete una escritura extraordinaria, simplemente un lugar común, un cliché; pero sí la reactivación de una zona desterrada.
Los proyectos de extraordinarios y notables complejos arquitectónicos -uno local y uno internacional-, se han ilustrado y decolorado crónicamente. El internacional tiene nombre y apellido. Su primera piedra ya se ha colocado, pero la posibilidad de erigirse completo es imprecisa; si bien más seductora, más extraordinaria. ¿Serán meros anhelos inútiles? ¿Será que su promotor aspira más ser Dios que a consumar nuestros sueños? Contrariamente, el conjunto local se precipitó antes de siquiera perfilarse entero en nuestros sueños y en su lugar figuró el desasosiego: un bloque gris, insulso y mediocre, producto natural de una pesadilla antideportiva.
La cultura también se revela con múltiples tintas. La aparición de éstas ilustraciones ha sido la más sensata, también la menos arriesgada; pero a la postre, esta producción menos jactanciosa nos ha legado ya un placentero sitio para contemplar el espectáculo de lo que vendrá. Allá donde la ciudad termina y el abismo comienza, se delinea un atalaya cristalino donde cohabitan una labor sublime, un célebre nombre de familia y nuestra ilusión de ascender por sus propias escaleras al primer mundo.
La arquitectura contemporánea de nuestra ciudad se divisa entre ficción y realidad. Para bien o para mal, la imagen de nuestra Guadalajara del siglo veintiuno es un zapping interminable. Estas instantáneas alternativas se develan en una búsqueda de nuevas manifestaciones de entendimiento y apreciación de nuestra casa colectiva, pero el dictamen no es único, las imágenes serán infinitas, lo que urge son perspectivas frescas congruentes con el ritmo de la ciudad y sus cambios. La posibilidad está planteada.
Lillian Llamas Acosta
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