martes, 29 de septiembre de 2009

Premio Honoris Causa 2009 al Arq. Leopoldo Fernández Font


Leopoldo Fernández Font es un apasionado de su profesión, la arquitectura. Lo repite constantemente cuando habla de la labor a la que se ha dedicado hace ya varias décadas, se le nota en el entusiasmo con que cuenta sus proyectos. “Me apasiona la arquitectura, los proyectos, entramos a concursos, nos desvelamos. El compartir ideas, el trabajar en equipo, me ha apasionado y no me puedo desprender de eso, quizá esa es la razón por la que sigo trabajando intensamente”, expresa Fernández Font, quien el próximo primero de octubre recibirá la distinción Honoris Causa que otorga el Colegio de Arquitectos del Estado de Jalisco, un reconocimiento a los más destacados profesionistas en el campo de la arquitectura. “Por ser el arquitecto cuyo ejercicio profesional ha demostrado una ejemplaridad que lo hace merecedor a recibir esta distinción, con la seguridad de que su obra y trayectoria es significativa para la historia de la arquitectura en Jalisco, para todo el gremio y para las futuras generaciones de arquitectos”, se lee en el documento con el que le notificaron al arquitecto Fernández Font el reconocimiento, mismo que ha sido entregado a otros personajes que han marcado la historia de la arquitectura de la ciudad y del estado como Luis Barragán, Ignacio Díaz Morales, José Villagrán García, Bruno Cadore, Mathias Goeritz, por citar algunos.

“Es muy importante, me llena de orgullo el recibirlo y de alguna manera lo asumo como parte de un grupo, porque no llega uno solo a estos lugares, la gente que trabaja conmigo, mis compañeros, de alguna manera fuimos todos juntos caminando por la vida. Y el que sigue pegando ladrillos, pues le toca por eliminatoria”, expresa sobre el reconocimiento que se suma a otros tantos que ha recibido a lo largo de su carrera como el reconocimiento al mérito profesional del Colegio de Ingenieros Civiles del Estado de Jalisco, así como otras distinciones otorgadas por la Unión Internacional de Arquitectos, la Academia Nacional de Arquitectura y la Federación de Colegios de Arquitectos de la República Mexicana.

Fernández Font imparte la materia de composición en el último semestre de la facultad de arquitectura en la Universidad de Guadalajara, misma que ha sido la última clase de muchos de los egresados de esa facultad. “De vez en cuando hay más de alguno que llora en la despedida, a veces el maestro, a veces los alumnos”, relata sobre su labor docente en la misma institución en la que se formó, en una época dorada, cuando tenían a célebres arquitectos como maestros y en la que vivían intensamente el aprendizaje de su profesión. “Soy de las últimas generaciones que gozamos a los grandes maestros y todo ese ambiente de mucha investigación, de mucho estudio, con mucho contacto entre maestros y alumnos. Cuando entré, había el mito de que si no se hablaba en tu casa dos o tres idiomas, si no había una biblioteca de al menos mil volúmenes en tu casa, si tus padres no viajaban alguna vez fuera de México no eras admitido. Dentro del currículo de clase teníamos francés, había una gran tendencia a crear gente con un nivel cultural muy alto. Teníamos clase de filosofía de la estética, psicología social, clase de música con el maestro Domingo Lobato. Había una mística, en algún momento he dicho que la escuela parecía convento”.

Al egresar viajó a París donde continuó con sus estudios, y de regreso a Guadalajara trabajó por varios años con el arquitecto Alejandro Zohn. Actualmente dirige junto con su hijo Fernando, el despacho Fernández Arquitectos S.C., un espacio donde se percibe un ambiente dinámico, creativo, de colaboración entre quienes laboran ahí, en su mayoría jóvenes, con quienes el arquitecto Fernández todavía se desvela desarrollando proyectos para diversas competencias. “Mi mujer dice que hay algunos hombres que quisieran haber tenido hijos, gestarlos. Y cada edificio es un hijo. Es un poco eso, la creatividad, crear algo”, explica sobre el fervor por su profesión. Entre sus obras más representativas se encuentran los hoteles Aranzazú, el hotel Plaza del Sol, la sede mundial y templo de la Iglesia de la Luz del Mundo, el templo de la Resurrección, el edificio de la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara, el plan maestro y edificio tipo para el campus de la Universidad de Valle de Atemajac y el edificio del Banco de México en Guadalajara.

Le cuesta decidirse por una obra única de la arquitectura universal. Prefiere enumerarlas por época.  “Se prende una y se me prende otra”, expresa. Entre las que resaltan en su memoria está el templo de Poseidón, la catedral de San Miniato, en Florencia; la capilla del MIT de Alvar Aalto, el Edificio Sigras, de Mies van der Rohe que le parece la perfección de la arquitectura, de la tecnología y la belleza, “Mies van der Roe decía que en los detalles está Dios, y ahí está Dios en ese edificio”.

Aunque creativa y artística, explica Fernández Font, la labor de la arquitectura es utilitaria y como tal cumple una función en la sociedad. “La definición de arquitectura estrictamente es generar espacios construidos para que la actividad humana se desarrolle lo mejor posible. Como arquitectos, diseñadores de edificios, de ciudad, tenemos una responsabilidad importante, porque finalmente la arquitectura no es ese espacio para vivir dentro, sino que además educa, tiene una función pedagógica en la sociedad. Según como diseñe le voy a decir a la gente cómo viva, porque le estoy proponiendo una manera de habitar”.

Pudo haber sido diseñador, por la curiosidad de investigar la vida pensó ser doctor, pero se decidió por el camino de la arquitectura, el que seguirá recorriendo porque dice, “no podía ser de otro modo. Seguiré pegando ladrillos”.

Por: Karla Bañuelos Sáenz

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