Ven la tempestad y no se hincan. La apuesta sigue siendo al automóvil. Construir puentes que nos lleven más rápido al siguiente semáforo, pero que no resuelven de fondo el creciente problema del tránsito que se padece en la metrópoli. Como prueba, basta ver la lista de obras, que luego de cuatro reuniones y muchos amagos, acordaron los alcaldes de la zona metropolitana con el gobierno del estado.
Los proyectos en los que se ejercerán los mil 540 millones de pesos que tendrá el Consejo Metropolitano este año, dejan sólo en los discursos del gobierno estatal y de los gobiernos municipales el no privilegiar al automóvil. Los proyectos conjuntos de transporte colectivo quedaron más atorados que el Macrobús. Los de movilidad no motorizada, en planes que nomás no aterrizan.
Lo peor es que no sólo será este año. El plan de inversión para el trienio 2010-2012, contempla 5 mil 700 millones, de los cuales 4 mil 309 se destinarán a obras que apuntalan la movilidad urbana motorizada, y sólo 575 millones de pesos, para corredores y parques lineales, que además aparecen aislados entre sí, y están lejos de delinear un plan integral de movilidad no motorizada.
Por eso estas vías alternativas de transportación quedan más como un asunto recreativo que como un planteamiento serio para el establecimiento de redes reales que le permitan al ciudadano encontrar alternativas de movilidad distintas al coche. Sin duda esto seguirá estimulando que se incorporen diariamente al parque vehicular 300 autos nuevos, que nos tienen ya en casi dos millones de autos abarrotando cuanto puente se inaugura en la ciudad.
A la vista de los expertos, el ‘humo blanco’ que salió del Consejo Metropolitano el lunes pasado, significó una muy mala señal para el futuro de la movilidad del área metropolitana. Observan que además de seguir prevaleciendo la inversión millonaria en infraestructura dedicada al automóvil, las obras se deciden y concentran en lugares donde hay altos intereses inmobiliarios.
Ven como una mala noticia que los nuevos gobiernos municipales no rompan con la tendencia, y más bien compartan la visión, de dedicar la ciudad al automóvil. Que no pugnen por adoptar una política pública orientada a la sustentabilidad metropolitana. Que busquen una solución a la movilidad y el transporte sin perder de vista temas como las 1.5 millones de toneladas de contaminantes que generan los autos, la preservación de áreas verdes y la calidad de vida de la ciudadanía.
Las decisiones tomadas muestran la ambigüedad de la política pública estatal y municipal con respecto a este crucial tema que parece estar más determinado por intereses políticos de corto plazo -que se vea que hay obra en mi municipio-, y por intereses privados –obras que beneficien nuevos desarrollos inmobiliarios- pero que no contribuyen a una movilidad y transporte sustentable. Así que habrá que sufrir, tres años más, otro Consejo Metropolitano Motorizado.
jaime.barrera@milenio.com
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